Generalmente lo primero que se nos viene a la mente cuando
escuchamos la palabra ciencia es una imagen de personas vestidas con batas
blancas sosteniendo tubos de ensayo y matraces con líquidos de colores
burbujeantes. Definitivamente algo demasiado lejano de mi vida cotidiana. Pero,
¿realmente crees que sea así?
La ciencia nos rodea. Diariamente vivimos con cierta comodidad gracias a los
avances científicos y tecnológicos. Los automóviles, teléfonos celulares, computadoras,
horno de microondas, televisión, refrigerador y mil aparatos más son parte de
nuestra vida cotidiana y sería difícil imaginar la vida cotidiana sin ellos.
Gracias a la ciencia contamos con medicinas cuando nos enfermamos, leche
pasteurizada que se conserva con mayor facilidad, utensilios que cocinan más
rápido, agua potable que llega a nuestras casas, cervezas más espumosas,
alimentos que podemos llevar de campamento sin refrigerar, los mismos
refrigeradores y la corriente eléctrica para hacerlos funcionar.
Tenemos que comprender la ciencia para poder tener una verdadera democracia.
¿Cómo vamos a decir lo que pensamos sobre las decisiones de políticos y
científicos si no podemos entender las implicaciones de sus inventos y
descubrimientos? ¿Cómo podemos protestar contra o pedir que se implemente
alguna tecnología si no comprendemos de qué trata y como impacta mi vida? Por
esta razón es importante conocer mejor la ciencia. Sin embargo no es algo
lejano porque hacemos ciencia todos los días.
Cotidianamente aplicamos la ciencia en lo que hacemos. La ciencia trata de
investigar acerca de lo que no sabemos y eso lo hacemos siempre. Constantemente
estamos observando, comparando y contrastando cosas. Por ejemplo cuando vas al
supermercado a comprar fruta, primero la observas, comparas y contrastas entre
las diferentes piezas para obtener las mejores según lo que crees que es la más
madura o sabrosa en base a su color, consistencia, etc., según te dicta tu
experiencia.
Los científicos usan algo llamado el método científico para aprender de una
forma ordenada y asegurar que así son las cosas. Aunque suene lejano, usamos el
método científico todos los días. ¿Recuerdas la última vez en que fuiste por
primera vez a algún lugar? Antes que nada, te hiciste una idea de la ruta que
ibas a seguir para llegar (hipótesis) y luego vas por ese camino
(experimentación). A lo mejor por el camino cambias de opinión y haces ajustes
a la ruta inicial (en base a la experimentación, reformulas tu hipótesis). Al
final, cuando llegues a tu destino, sabes con certeza como llegar (ley o
teoría). A lo mejor te da curiosidad y crees que puedes ir por otro camino que
te lleve de forma más rápida, entonces en otra ocasión que vayas, intentas ir
por la nueva ruta y te fijas si tardas menos (experimentas con una hipótesis
alternativa).
No hay comentarios:
Publicar un comentario